miércoles, 21 de marzo de 2007

"La vida de los otros" (2006)

Dirección y guión: Florian Henckel von Donnersmarck.
País: Alemania.
Duración: 144 min.
Género: Drama.
Interpretación: Martina Gedeck (Christina-Maria Sieland), Ulrich Mühe (capitán Gerd Wiesler), Sebastian Koch (Georg Dreyman), Ulrich Tukur (teniente coronel Anton Grubitz), Thomas Thieme (ministro Bruno Hempf), Hans-Uwe Bauer (Paul Hauser), Volkmar Kleinert (Albert Jerska), Matthias Brenner (Karl Wallner), Herbert Knaup (Gregor Hessenstein).
Producción: Quirin Berg y Max Wiedemann.
Música: Gabriel Yared y Stéphane Moucha.
Fotografía: Hagen Bogdanski.
Montaje: Patricia Rommel.
Dirección artística: Silke Buhr.

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A priori puede descolocar que “La vida de los otros” venciera la categoría de mejor película extranjera en los óscars cuando la máxima favorita era “El laberinto del fauno”, pero el caso es que resulta ser un magnífico drama político y difícilmente deja indiferente o insensible a tenor de la historia que presenta y al tema que rescata de nuestra historia reciente.

La película ilustra el control que se ejerció al otro lado del muro de Berlín en la Alemania oriental y lo hace a partir de cuatro personajes principales interrelacionados: el ministro de cultura (Bruno Hempf), un capitán del régimen (Wiesler), una autor teatral de ideales pro-occidentales (Dreyman) y su esposa (Christa-Maria), pretendida por el primero. El argumento le permite al director explorar las repercusiones de la situación de la antigua república democrática alemana desde el punto de vista individual y colectivo y desde el social y el político. Ofrece una doble posibilidad que enriquece la percepción de la película y le da un plus artístico.
Además el director ha filmado con gran sutileza todas las escenas contando siempre con que su público sabrá entender lo que se dice más allá de los diálogos o de las imágenes. Podríamos decir que el director hace sentir importante a los espectadores porque no explica hasta el último detalle qué es lo que pasa o se cuece, sino que cuenta con nuestra capacidad para atar cabos. Pienso que en muchas ocasiones esto es lo que hace grande a una película y la eleva unos cuantos puntos sobre el resto en nuestra valoración personal.


Ejemplo de ello son los diversos diálogos en los que interviene el ministro Bruno Hempf, siempre caracterizados por la ironía y el doble sentido y por un afán despiadado por cumplir a toda costa con su capricho personal, un capricho que desencadena el drama y que a la vez muestra todo el sinsentido de un régimen injusto y despótico.

Como espectador la película te va atrapando progresivamente y lo mejor es que lo hace no sólo gracias al personaje del autor y su mujer, que están diseñados para que nos identifiquemos con ellos y su situación personal; sino también con el capitán Wiesler, que forma parte del régimen y demuestra desde el mismo inicio de la película que es implacable (magnífico comienzo por cierto el del interrogatorio y la lección en la clase). Particularmente me parece que la forma en la que vamos quedando atrapados por este personaje es uno de los mayores aciertos de la película. Es lo que provoca la emoción final, lo que hace efectiva la crítica que hace la película.
Además de estar magníficamente interpretado el capitán Wiesler es un personaje magnético e hipnótico. Aunque esté en el “otro bando”, su eficacia nos deslumbra, su integridad nos apabulla, su soledad nos acongoja y su destino nos abruma porque representa una terrible realidad y es que la vida no depara justicia a quienes creemos que la merece o al menos no depara la justicia que nosotros consideramos adecuada. Es una de las posibles lecturas de esta película, hay muchas más y es que esta película susurra verdades para quienes las quieran y sepan ver y habla de realidades concretas, históricas y objetivas, pero también abstractas, atemporales y subjetivas.


Personalmente la intriga política me parece que está contada de forma extraordinaria pero no es ese aspecto argumental lo que para mí es decisivo en mi impresión de que estamos ante una grandiosa película, sino la forma en que se va explorando la trama que interrelaciona a los personajes y cómo quedan descritos. La forma en que Dreyman observa al final a Wiesler y ese “No, es para mí” dicen tantísimas cosas de una forma implícita sobre ambos…..Y son un buen ejemplo de lo que esta película trabajadísima en su aparente simplicidad, minuciosa y sutil consigue provocar en nosotros. Una mera frase hace explosionar nuestro ánimo porque todos los resortes argumentales han ido cumpliendo su función hasta conseguirlo.
No os la perdáis, merece la pena y es merecedora de los premios que ha ido consiguiendo, incluidos óscar a mejor película extranjera y Félix a mejor película europea del año….a pesar de que “El laberinto del fauno” sea una de mis películas favoritas del 2006.